Los diez Derechos del Lector
Hoy os descubrimos el secreto para despertar el amor por la lectura entre los jóvenes.Y para ello os recordamos el decálogo de Derechos del Lector creado por el francés Daniel Pennac e ilustrado por Quentin Blake que ha colaborado con escritores como Roald Dahl . ¿Recordais Matilda?,
que se utilizó para una campaña de animación a la lectura que se hizo en Francia en 2009.
El decálogo procede del título Como una novela (Comme un roman) escrito por el francés Daniel Pennac y publicado en 1992.
Por su experiencia como docente, Pennac subraya la importancia de entusiasmar a los alumnos para que comiencen a leer por puro placer.
Insiste en que para hacer nuevos lectores a los niños hay que intentar contagiar el amor por la lectura en lugar de machacar con lecturas obligatorias y aburridas.
Sus conclusiones se recogen en su fantástico decálogo
‘Los Derechos del Lector’:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarnos las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho a leer lo que me gusta.
7. El derecho a leer en cualquier parte.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a guardar silencio.

1.- El derecho a no leer
El derecho a no leer nos permite períodos de dieta, durante los cuales no tenemos ningún libro en nuestras manos, ya sea porque existen otras obligaciones, otros entretenimientos u otros intereses que ocupan nuestro tiempo, sin dejar por ello de seguir siendo lectores.
2.- El derecho a saltarse páginas.
El derecho a saltarse páginas nos brinda la
libertad de leer, con una cierta rapidez, textos extensos cuyo
contenido no es de nuestro interés en su totalidad y, aunque se tratara
de una novela, nos permite seguir el hilo de la acción y obviar largas
descripciones o disquisiciones del autor, que irrumpen –inoportunamente-
en medio de la trama.
3.-El derecho a no terminar un libro.
El derecho a no terminar un libro se
constituye en un alivio cuando -lectores compulsivos- nos resulta
difícil aceptar que ese libro no nos atrapa lo suficiente como para
terminarlo, y hasta sentimos algo de “culpa” por no llegar al final.
Según Pennac, existiría una especie de química que no funciona entre la
obra y nosotros lectores; en algunos casos, volvemos a ella después de
transcurrido un tiempo o, tal vez, quede para siempre en el olvido en un
estante de nuestra biblioteca.
4.- El derecho a releer.
El derecho a releer desarrolla un buen
hábito -especialmente si se lo ejercita desde la escuela- ya que no
siempre podemos comprender un escrito a partir de una primera lectura.
Con respecto a las obras literarias, más de una vez descubrimos nuevos
mensajes después de la relectura de una novela o de un cuento, hecho que
se acentúa con la poesía, cuya relectura no sólo nos permite descifrar
un significado sino que, muchas veces, nos deleita al volver a recorrer
sus versos con la vista.
5.- El derecho a leer cualquier cosa.
El derecho a leer cualquier cosa hace que,
más de una vez, empecemos por la lectura de “malas novelas”
-especialmente durante la adolescencia- para acceder después, a las
“buenas lecturas”. Al decir de Pennac, “una de las grandes alegrías del
pedagogo es -cuando está autorizada cualquier lectura- ver a un alumno
cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar
donde el amigo Balzac.”
6.- El derecho a leer lo que me gusta.
El derecho al bovarismo no es más que ese
primer contacto con la obra literaria; la emoción, el sentimiento, la
confusión de la imaginación con la realidad, la penetración en un mundo
diferente del real. Nuestras primeras emociones como lectores, nuestros
recuerdos de lecturas adolescentes y esa siempre válida postura de
lector ingenuo, nos harán disfrutar siempre de la lectura.
7.- El derecho a leer en cualquier parte.
El derecho a leer en cualquier parte es aprobado y compartido tanto
por ávidos lectores como por quienes se acercan muy de vez en cuando a
la lectura. No importa dónde, lo importante es “leer”, hasta tal punto
que, más de una vez, la concentración y abstracción del mundo real al
que nos lleva la lectura, hace que olvidemos bajar de un colectivo o de
cumplir con la hora de alguna actividad planeada previamente.
8.- El derecho a “picotear”.
El derecho a picotear está estrechamente
relacionado con la falta de tiempo para leer en forma completa un libro,
pero nos permite abrirlo en cualquier página y descubrir allí el
comienzo de una posterior lectura o simplemente la posibilidad de
trasladarnos por unos minutos, a otro mundo o lugar. Muchas veces
volvemos a una lectura ya hecha en busca de un dato determinado o de una
frase recordada a medias.
9.- El derecho a leer en voz alta.
El derecho a leer en voz alta -un ejercicio
que se ha perdido últimamente en las escuelas, pero que los alumnos de
cualquier edad aprecian y solicitan a menudo- permite dar vida al texto y
compartirlo con el grupo. Pennac sostiene con certeza que “quien lee de
viva voz… si lee de verdad… si su lectura es un acto de simpatía con el
auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la
necesidad de escribir y despierta nuestra más oscura necesidad de
comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre
de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipitan en ella
tras él.”
10.- El derecho a guardar silencio.
Finalmente, en el derecho a callarnos,
aparece una vez más, el acto de leer como un momento de intimidad del
que nadie debe dar explicaciones a nadie…”nuestras razones para leer son
tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha
otorgado poder para reclamarnos cuentas sobre esta intimidad.”
Estos 10 derechos se resumen en un solo deber : no burlarse jamás de aquellos que no leen si quieres que ellos un día lean.
FUENTES:
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